Una de las principales novedades 2010.
La Z1000 que protagoniza estas páginas incorpora un sinfín de cambios respecto a su predecesora que son determinantes en su forma de ser y de comportarse. En parado impone por su estética muy al estilo actual "tipo transformers", pero no es tan fiero el "robot" como lo pintan, al menos al principio, ya que al tomar sus mandos te encuentras con una moto muy accesible y cómoda. El asiento es bajo y estrecho en la zona de contacto con el deposito, y muy ancho por detrás, por lo que llegas perfectamente con los dos pies al suelo y encuentras una gran libertad de movimientos.
Además, el manillar tiene unas formas muy acertadas y se encuentra cercano al conductor, conformando una posición bastante descansada. Los estribos sí se perciben algo elevados, pero sólo si eres de talla grande, mientras que las piernas abrazan un ancho y ergonómico depósito de combustible. Con todo, el conductor se siente plenamente integrado en el conjunto ya sea rodando por ciudad o explorando sus límites, y los de la moto, en carretera abierta.
A medida que pasan los kilómetros a los mandos de la nueva Kawasaki Z1000, te topas con un binomio interesante y difícil de encontrar entre las de su especie, ya que es una moto noble donde la facilidad de conducción es clara, pero a la vez en su interior yace un espíritu fiero y poderoso deseoso de mostrarse. Así, el accionamiento de sus mandos es suave y agradable, el manillar gira considerablemente permitiéndote callejear con facilidad, el mullido de su asiento es muy acertado y cómodo, ruedes con mono de cuero o con vaqueros, los frenos son progresivos y con un acertado mordiente y la respuesta del motor a bajo régimen es muy suave y nada intimidatoria...
Pero a medida que giras el puño del acelerador, el rugido emitido por el inédito cuatro cilindros en línea acompañado de un empuje muy progresivo y sin altibajos te incita a la acción, a levantar la rueda delantera en marchas cortas y a apurar hasta el corte de encendido su cortísimo desarrollo. Y es que la Z1000 ha sido diseñada para despertar emociones. Por eso han buscado un ruido de admisión muy deportivo, aun a costa de renunciar a mayor capacidad del depósito de combustible debido al diseño de su enorme airbox; y por eso rápidamente encuentras la sexta velocidad incluso en ciudad, porque lo que pretende es que te diviertas al máximo y en una gran naked las marchas largas para alcanzar altísimas velocidades punta son un sinsentido, y de lo que se trata es de disfrutar al máximo de las fuertes aceleraciones. Y por supuesto todo ello debe estar en armonía con una parte ciclo equilibrada y efectiva, que en caso de la nueva Z1000, es plenamente acertada.
A disfrutar
Exprimir los 138 CV declarados del nuevo propulsor de la Kawasaki Z 1000, que cambia completamente, es excitante y adictivo, mostrándose más que suficientes a pesar de no ser una cifra desorbitadamente elevada. En cualquier marcha y a cualquier régimen responde con energía y sin dudar, y al mismo tiempo lo hace sin brusquedades ni una respuesta excesivamente inmediata, con lo que sólo has de concentrarte en aprovechar al máximo su potencial. Jugar con su rápido y preciso cambio en zonas virada también es todo un placer, sobre todo si lo sumamos a las cortas distancias entre las seis velocidades. Aquí sólo has de tener un poco de cuidado en fuertes reducciones para no bloquear excesivamente la rueda trasera, ya que carece de embrague antibloqueo.
Por otro lado, las vibraciones han sido muy atenuadas gracias a un segundo eje de equilibrado del motor, no siendo significativas en un uso cotidiano, y únicamente a partir de las 8.000-9.000 rpm y hasta las 11.500 rpm (momento en que corta encendido) las puedes notar en asiento o manillar, pero no les prestas excesiva atención porque en ese rango de utilización ya estás desplegando una conducción deportiva… Puestos a pedir a la nueva Z1000, habría sido interesante dotar al depósito de combustible de algún litro más (tiene 15 l), para aumentar la autonomía, que con un consumo medio de 7-7,5 l/100 km durante la presentación se nos antoja algo escasa.